AVIVAR LAS FANTASÍAS
Era la hora, miraba insistente su gran reloj de bolsillo mientras iba de acá para allá. Estaba nervioso, rodeaba el tronco de ese árbol y parecía buscar algo. El eco de un canto se oyó en el aire, al igual que unas risas pícaras que jugueteaban por algún lugar. Su nerviosismo aumentaba, hasta que alguien se acercó y le entregó algo.
—Toma conejo, aquí está la llave que perdiste en el camino.
—Gracias, sombrerero —le agradeció aquél, mirándolo con desconfianza—. Venía tan apurado que seguro se me cayó sin que me diera cuenta. Ahora debo irme, pronto anochecerá y debo visitar los sueños de los niños para que no nos olviden.
El conejo blanco insertó la llave en el tronco rugoso de ese viejo árbol y desapareció; abandonó por unos momentos El País de las Maravillas para avivar las fantasías de las nuevas generaciones en el mundo real.
Junio 2012
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