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Borremos el Racismo del Lenguaje

jueves, 22 de diciembre de 2011

Segunda Maratón de Escritura día # 7






Bueno, el día # 7 de la maratón surgió de la consigna mensual de Adict@s a la Escritura, cuya palabra fue propuesta por una de sus integrantes y que sinceramente me pareció muy interesante puesto que era la primera vez que la leía, por no decir la oía. De modo que esta palabra tan original para expresar algo tan sencillo fue mi inspiración no sólo para cumplir con la consigna sino también con la maratón. Fue un día muy productivo, aunque debo confesar que por estos días ando bastante terrorífica jajaja!!




Consigna del mes de diciembre en Adict@s: escribir un texto que contenga la palabra
PANEGÍRICO

panegírico, ca.

(Del lat. panegyrĭcus, y este del gr. πανηγυρικός).
1. adj. Perteneciente o relativo a la oración o discurso en alabanza de alguien. Discurso panegírico. Oración panegírica.
2. m. Discurso o sermón en alabanza de alguien.
3. m. Elogio de alguien, hecho por escrito.



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CAZADOR CAZADO


Cada vez que recibe correspondencia desde sus tierras termina asqueado. Esas interminables cartas de su lacayo en donde predomina el discurso panegírico hacía su persona y que aborrece sobremanera lo dejan al borde del colapso digestivo.
Sin embargo, debe reconocer la lealtad que este siempre le ha tenido a su familia, pues es un sirviente que hace generaciones sirve a los suyos.
Además, todo lo que le cuenta es de vital importancia para sus planes de regreso. El clima en estas tierras áridas no le sienta nada bien; durante el día debe permanecer escondido para no deshacerse en el aire y durante la noche apenas puede salir a recoger su alimento porque el frío es tan intenso que lo dejaría congelado al instante.
Estruja la carta entre sus dedos amarillos y de uñas largas y asquerosas. La luz de la única vela que alumbra el interior de la caverna refleja su sombra, esquelética y encorvada, sobre las ásperas y agrietadas paredes.
En una esquina de la inmunda pocilga se amontonan restos de ratas y serpientes del desierto, ese ha sido su alimento desde hace muchísimo tiempo. Desde que debió dejar sus amadas tierras para huir de la furia y de la ignorancia del pueblo.
―Sí, ya es hora de regresar. Necesito sangre nueva.―susurra una voz de ultratumba al tiempo que retuerce sus dedos y una sonrisa diabólica se forma en su boca de labios agrietados y dientes  podridos.
Suena una sonora carcajada en la caverna. Él sabe que su estado es transitorio,  que en sólo cuestión de segundos puede convertirse en un hombre seductor y atractivo capaz de hipnotizar a la más indiferente de las mujeres. Solo necesita alimento nuevo y puro, y rápidamente tendrá un harén de mujeres dispuestas a servirle de alimento.
En estos pensamientos está cuando le parece escuchar algo en el exterior. Apenas se asoma a la abertura de la entrada, para evitar el intenso frío de la noche, y sus sentidos comprueban que es cierto; alguien se acerca en medio de la oscuridad y pese a la inclemencia de la noche desértica.
Se mantiene atento, con sus asquerosas orejas atisbando cualquier sonido que le haga saber de qué o quién se trata.

Lentamente avanza la caravana que se dirige a oriente. Son varios los camellos y los carromatos que trasladan a mujeres y niños. La enorme luna llena les ha permitido continuar un tramo más antes de detenerse por esos parajes para armar las tiendas, acomodar a los animales y los vehículos.
Mientras los hombres jóvenes y adultos se encargan de eso, y de mantener al grupo a salvo de cualquier peligro, las mujeres y los niños ya descansan cómodamente en el interior de los carromatos.
Pronto se empiezan a ver las antorchas en los distintos puntos del campamento nómade, así como a los hombres armados y bien provistos y abrigados.
La tienda de campaña que está en el medio es la más grande y la más ornamental. Seguramente en su interior albergue a alguien importante.
Pronto no se oye otro ruido más que el de la vida salvaje nocturna; al parecer todos, a excepción de los centinelas, se han entregado al reparador sueño.

Esa es la señal, es el momento que espera desde hace tanto tiempo. Su sensible olfato ha captado el olor de la sangre fresca, nueva y pura. El aroma de las hormonas femeninas abunda en ese campamento que no termina de hacer visible a todos los integrantes que viajan en él.
Haciendo acopio de valor ante la sola idea de tener que salir a la intemperie, se apronta a introducirse en ese lugar en busca de sus presas.
Deslizándose como una serpiente, sin ser visto ni oído, se interna en el misterio de la carpa central. Hasta allí lo llevan sus instintos de depredador, allí encontrará lo que busca.

Cinco días permaneció el campamento nómade en ese sitio. Cinco días estuvo yendo y viniendo; y en ese tiempo su cuerpo recupero los atributos que siempre lo habían caracterizado y por los cuales había adquirido fama entre las damiselas.
Pronto volverá a su tierra; ya no será necesario que se esconda ante la gente, ya es uno más de ellos.
―Es una pena que se hayan ido…―piensa en voz alta mientras se acaricia la barbilla con las ahora seductoras manos que posee.
Su voz ya no es aquella de ultratumba que asustaba a los indefensos animalejos de la noche desértica. Esa voz ahora es capaz de hacer que lo amen tan sólo con un suspiro de sus sensuales labios.
Ahora sonríe de forma muy varonil, mostrando unos dientes perfectos y blancos; por esa sonrisa muchas perecieron en el pasado.
Se pasea por la cueva luciendo una de esas túnicas robadas en el campamento. Estas lo hacen ver como un jeque árabe cuya elegancia y buen estado físico sería la envidia de cualquier hombre.
Se arrodilla despreocupadamente entre los almohadones y telas caras que también ha usurpado de la caravana nómade, entre otras muchas cosas.
Aunque no puede mirarse en ningún espejo recuerda muy bien como luce con su largo y sedoso cabello castaño oscuro y sus ojos grises capaces de derretir un témpano.
―¿Estás segura que quieres seguirme? La vida junto a mí no te será muy fácil.― susurra con los ojos cerrados y la cabeza echada hacía atrás al tiempo que unas manos morenas le quitan la túnica dejando al descubierto su fuerte y musculoso cuerpo.
La cabeza de una bella mujer de color, cuyo cabello ensortijado cae salvaje por su cara, se asoma tras su espalda. Sus ojos son negros y malignos aunque cuando habla su voz suena dulce e inocente.
―No creo que lo sea tanto como la que vive mi gente. Siempre en peligro, escapando para evitar nuestra extinción; siempre resguardando nuestro milenario secreto.―habla en un tono muy sensual al tiempo que le hace unos masajes en los hombros.
―¿Secreto? ¿Qué secreto más horroroso que el mío puede tener un harén de mujeres bellas como tú?
Susurra con los ojos cerrados mientras disfruta de esos masajes que seguramente sean el preludio de otra noche apasionada.
―¿Realmente quieres saberlo?―suena inocente la pregunta en comparación con la ferocidad que se ve en sus ojos y en su cara.
―Me gustaría.―responde suavemente él.
Está tan a gusto con esos masajes que no puede ver la transformación que ha comenzado a operarse en la otrora bella mujer. Semejante a una inmensa boa, pero sin serlo, lo aprisiona entre sus fuertes y monstruosos brazos al tiempo que hunde sus finos e inmensos colmillos en toda su carne.
El grito desgarrador resuena en la solitaria y fría noche del desierto. A kilómetros de allí, los integrantes de la caravana se detienen a escuchar y olfatean el aire; sonríen de forma maligna. Al parecer el plan engorde dio resultado y al fin su reina pudo alimentarse como corresponde: de abundante carne de alimaña en descomposición, alimentada por ella misma.

A punto de amanecer una figura grotesca se acerca al campamento; esta va cambiando lentamente. Es la reina que regresa, es la bella mujer de piel negra que acaba de cenarse a su presa.


diciembre 2011Safe Creative #1112240801671





AQUÍ el día # 1

AQUÍ los día # 2, # 3 y # 4

AQUÍ los días # 5 y # 6



1 comentario:

Gracias por tu visita y por tus comentarios,hasta pronto!!

"La vida se ríe de las previsiones y pone palabras donde imaginábamos silencios y súbitos regresos cuando pensábamos que no volveríamos a encontrarnos."


José Saramago
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