Cuando Alicia recibió la llamada de Jazmín, su mejor amiga desde el secundario, lo que menos imaginó fue que le iba a proponer hacer una reunión con varios ex compañeros de sus años de juventud. Si bien ambas habían mantenido la amistad a través de los años rara vez sabían de otros, incluso de unos cuantos no supieron nunca más.
La situación la hacía sentir extraña, ya no era la adolescente alocada de entonces, tenía treinta y cinco años y se sentía insegura ante su aspecto personal. Se sabía una mujer interesante y atractiva, llevaba una vida saludable para lucir bien, pero una cosa era cómo se veía ella y otra muy distinta como la verían los otros después de tanto tiempo. Era obvio que todos lucirían distintos.
Además de eso estaban los giros que la vida de cada uno había dado. Por ejemplo, Jazmín luego de terminar el secundario ingresó a la facultad de Derecho para estudiar Abogacía pero poco a poco abandonó la carrera al ennoviarse con Ramiro, y la dejó definitivamente cuando decidieron casarse. No era de extrañarse, Jazmín era un rubia bajita de cuerpo voluptuoso y muy simpática. Luego de eso ambos se dedicaron al negocio inmobiliario que su flamante marido había heredado del padre. Pero lo bueno no duró mucho, cinco años después iniciaron los trámites de divorcio alegando incompatibilidad de caracteres, aun así ambos continuaron trabajando juntos; a cada uno le correspondía una parte del negocio y en ése sentido estaban en paz. De modo que Jazmín llevaba divorciada bastantes años y tenía una vida social muy activa en la que intentaba incluirla siempre, la mayoría de las veces de forma infructuosa.
Ella por su parte se había decantado por la Antropología, de la que vivía y por la que vivía desde que ingresó a la universidad y se doctoró con honores. Era debido a su trabajo, al que dedicaba todo su tiempo, por el que muchas veces no aceptaba las invitaciones de Jazmín; en realidad, Alicia vivía como una nómade, estaba a dónde la llevaran sus investigaciones, sin importar la hora. Razón de sobra para no haberse casado nunca y tener tan sólo alguna que otra relación esporádica y sin importancia.
Acababa de salir de la ducha y contemplaba su desnudez en el espejo del baño. Tenía que reconocer que no estaba nada mal. Al contrario que Jazmín, ella era un poco más alta, delgada y espigada. Aún conservaba las curvas de su juventud y no había arrugas ni canas de las que preocuparse. Levantó los brazos y se recogió el cabello castaño, largo y ondulado, sobre la cabeza, giró el rostro a un lado y al otro y se dedicó un mohín coqueto. Luego hizo lo de siempre: se observó los senos y el pubis con deseo, y dejó que sus manos hicieran los suyo; sabía encontrar el placer sola o acompañada.
Sólo que en ésta ocasión vino a su mente Mauricio, el novio adolescente, compañero de cuarto año en el secundario. Mientras se pellizcaba los pezones con los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás recordó su primera vez con él. Flirtearon desde el comienzo del curso hasta que a mediados de año iniciaron un tímido noviazgo. Estuvieron varios meses haciéndose arrumacos por los rincones oscuros del [...]
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La situación la hacía sentir extraña, ya no era la adolescente alocada de entonces, tenía treinta y cinco años y se sentía insegura ante su aspecto personal. Se sabía una mujer interesante y atractiva, llevaba una vida saludable para lucir bien, pero una cosa era cómo se veía ella y otra muy distinta como la verían los otros después de tanto tiempo. Era obvio que todos lucirían distintos.
Además de eso estaban los giros que la vida de cada uno había dado. Por ejemplo, Jazmín luego de terminar el secundario ingresó a la facultad de Derecho para estudiar Abogacía pero poco a poco abandonó la carrera al ennoviarse con Ramiro, y la dejó definitivamente cuando decidieron casarse. No era de extrañarse, Jazmín era un rubia bajita de cuerpo voluptuoso y muy simpática. Luego de eso ambos se dedicaron al negocio inmobiliario que su flamante marido había heredado del padre. Pero lo bueno no duró mucho, cinco años después iniciaron los trámites de divorcio alegando incompatibilidad de caracteres, aun así ambos continuaron trabajando juntos; a cada uno le correspondía una parte del negocio y en ése sentido estaban en paz. De modo que Jazmín llevaba divorciada bastantes años y tenía una vida social muy activa en la que intentaba incluirla siempre, la mayoría de las veces de forma infructuosa.
Ella por su parte se había decantado por la Antropología, de la que vivía y por la que vivía desde que ingresó a la universidad y se doctoró con honores. Era debido a su trabajo, al que dedicaba todo su tiempo, por el que muchas veces no aceptaba las invitaciones de Jazmín; en realidad, Alicia vivía como una nómade, estaba a dónde la llevaran sus investigaciones, sin importar la hora. Razón de sobra para no haberse casado nunca y tener tan sólo alguna que otra relación esporádica y sin importancia.
Acababa de salir de la ducha y contemplaba su desnudez en el espejo del baño. Tenía que reconocer que no estaba nada mal. Al contrario que Jazmín, ella era un poco más alta, delgada y espigada. Aún conservaba las curvas de su juventud y no había arrugas ni canas de las que preocuparse. Levantó los brazos y se recogió el cabello castaño, largo y ondulado, sobre la cabeza, giró el rostro a un lado y al otro y se dedicó un mohín coqueto. Luego hizo lo de siempre: se observó los senos y el pubis con deseo, y dejó que sus manos hicieran los suyo; sabía encontrar el placer sola o acompañada.
Sólo que en ésta ocasión vino a su mente Mauricio, el novio adolescente, compañero de cuarto año en el secundario. Mientras se pellizcaba los pezones con los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás recordó su primera vez con él. Flirtearon desde el comienzo del curso hasta que a mediados de año iniciaron un tímido noviazgo. Estuvieron varios meses haciéndose arrumacos por los rincones oscuros del [...]
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Me gusta el nombre del blog. Este texto parece inspirado por Erato. Interesante el reencuentro que propiciado por una amiga que actuó de Afrodita.
ResponderEliminar¡Muy bueno! Un beso grande.
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