Para este mes el proyecto más votado fue La Frase. Cada miembro debía proponer una frase de su invención y luego mediante sorteo se asignaba una a cada uno que no fuera la propia. A mi me tocó la frase de Athena Rodriguez:
“la energía que irradia su cuerpo va flotando hacia mí y, como si de una corriente de aire cálido se tratara, termina clavándoseme muy dentro, en el corazón”
Hoy vengo con algo romántico, género sobre el que me cuesta tanto escribir, y arriesgándome a hacerlo en primera persona. Espero que lo disfruten.
¡Gracias Athena por esa maravillosa frase!
DETRÁS DEL SILENCIO
La primera vez que nos cruzamos fue en la clase de francés -odio ese idioma gangoso que parece que te va a hacer tragar la lengua-; entré al salón sin muchas ganas, caminaba mirando al piso, pasando junto a la hilera de bancos como una exhalación.
Cuando me senté golpeando los cuadernos contra el pupitre, y acomodándome la pollera del uniforme mientras me cruzaba de piernas, fue cuando lo vi; mirándome con esos misteriosos ojos oscuros y el cabello lacio y algo largo cayéndole sobre el rostro. Su media sonrisa burlona dibujada en esos labios tan sensuales me dejó momentáneamente sin reacción, lo miré como para fulminarlo y ni aun así dejó de observarme.
Tenía una belleza extraña y exótica, entorné mis ojos para contemplarlo con disimulo; a veces se giraba y sus ojos profundos se encontraban con los míos sorprendiéndome por unos instantes y luego se desviaban; podía intuir aun sin verlo que le divertía mi sorpresa.
Era alto y delgado pero se notaba que estaba en forma, usaba una camiseta de manga larga negra y unos jeans un poco gastados, con unos tenis negros; tenía un no sé qué que lo hacía irresistible, quizá sus ojos rasgados ó esa belleza angulosa de su rostro delicado y a la vez varonil fuera la causa de que aun hoy no me lo pueda sacar del pensamiento.
A pesar de los años que han pasado, el destino sigue empeñado en cruzarnos ahora en la misma universidad a la que ambos concurrimos. Aun hoy seguimos sin dirigirnos la palabra, más allá de un saludo que parece ser por obligación.
Es inevitable sentir que la energía que irradia su cuerpo va flotando hacia mí y, como si de una corriente de aire cálido se tratara, termina clavándoseme muy dentro, en el corazón cada vez que nuestros ojos se cruzan; más allá de las esporádicas parejas que los dos nos hemos encargado de pasear ante nuestras respectivas narices
Sin embargo hoy las barreras de contención de mis sentimientos se desbordaron al verlo de lejos charlando con una muchacha, seguramente una nueva conquista. Sentada en uno de los bancos de la cafetería, mientras intento estudiar, no puedo evitar taparme el rostro con el libro que tengo entre las manos. Es absurdo estar enamorada de alguien durante tanto tiempo y no hacer nada, y más lo es el hecho de saber, de intuir, que él siempre ha sentido lo mismo por mí.
Las lágrimas afloran a mis ojos ante la impotencia de no hacer posible un sentimiento por miedo al rechazo o al fracaso; motivadas por el dolor de verlo con la novia de turno y de imaginar esos besos y esas caricias que tendrían que ser solo para mí.
-¿Tan mal va la cosa?-oigo una voz conocida muy cerca al tiempo que mantengo la cara aun detrás del volumen de Derecho Penal, con el que escondo mi tristeza.
Alguien toma el libro por el borde superior y tironea hacía atrás para mirar mi rostro, me encuentro con esos ojos que me robaron el alma hace tanto tiempo. Intento enjugarme disimuladamente algunas lágrimas que corren por mis mejillas antes de que él las vea. Miro hacia otro lado mientras aprieto los labios al ver que toma asiento frente a mí.
Aun lleva el cabello algo largo y aun sus ojos rasgados continúan siendo tan misteriosos y cálidos. Se inclina hacía adelante y apoya los antebrazos sobre la mesa, enlazando las manos y mirándome intensamente.
-Continúas siendo tan callada y distante como siempre.-me dice sonriendo y con un brillo en los ojos.
Lo miro seria, no puedo creer que siempre me haya visto de esa manera. No digo nada, pero él nota el temblor de mis labios.
-¿Crees que tengamos toda la vida para esperar?
Continua hablando mientras yo permanezco con los ojos bajos.
-No sé a que viene eso-le digo intentando sonar indiferente-, ni se por qué estás en estos momentos hablándome cuando nunca antes lo hiciste.-no puedo evitar recriminarle.
Queda callado por unos instantes mirándose las manos, mordiéndose el labio inferior.
-El problema fue ese-dice, clavando en mí sus ojos-, que nunca nos atrevimos a decir nada acerca de nuestros sentimientos.
Nos quedamos mudos y permanecimos mirándonos por unos instantes que parecieron eternos. Extendió las manos por sobre la mesa y tomó las mías, acariciándolas suavemente; me estremecí de los pies a la cabeza.
-No me importa que finalmente me rechaces, pero no quiero morir con la idea de que no hice nada por tenerte junto a mí.-me susurra.
No sé en qué momento quedamos abrazados en medio de la cafetería
-Por favor, dime algo.-suplica sonriendo y acariciándome dulcemente la mejilla.
-Me enamoré de ti desde el primer momento en que te vi en la clase de francés-al fin le confesé-. Fui una cobarde, quiero estar siempre contigo.
Sin dejar de sonreír respiró aliviado y me beso; y realmente esos besos fueron tal y como los había imaginado desde que lo conocí.
marzo 2012 