—No mamá. No quiero esas, quiero aquellas. Me las prometiste. —suena la voz caprichosa de la muchacha.
Su madre la mira resignada, piensa que ya es tarde para ponerla en vereda y enseñarle que no siempre se tiene lo que se quiere; abre su abultada billetera y paga las sandalias por las que su hija está clamando
Sin inmutarse, la cajera le cobra el precio correspondiente al tiempo que se traga lo que en realidad piensa: “Dios mío, con lo que salen estas sandalias se podría organizar una cena de navidad y fin de año para todos los indigentes de este barrio, y de otros tres más”.
...(continúa)
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en el que participé!!!
¡¡No te la podes perder!!
Me acerco hasta aquí Patricia, para continuar la lectura de esas sandalias milagrosas, y para desearte un FELIZ AÑO 2012.
ResponderEliminarMe alegro de haberte conocido en el 2011 y que sigamos leyendonos en el año que comienza.
Un besote.