Cuando llega ve que el lugar esta con la capacidad colmada, busca a sus amigas con la mirada pero al parecer éstas aún no han llegado.
Mientras aguarda en la barra a que le preparen un trago se le acerca alguien a hablarle, cuando se gira queda frente al hombre más atractivo que ha visto en su vida.
Moreno, alto, muy bien formado, con unos dientes muy blancos detrás de una sonrisa atrapante.
— Hola, ¿cómo estás? — le pregunta él al oído, tratando de hacerse entender a través del ruido ensordecedor del lugar.
— Bien, ¿y tú? — le responde ella con una sonrisa, le parece un chico muy simpático.
A los minutos ya se olvidó de sus amigas y entre trago y trago comienzan a bailar en medio de un mundo de gente.
En un determinado momento, cuando ella le pregunta su nombre, piensa que él le va a contestar pero en lugar de éso la toma por la cintura y la besa.
Así comienzan a bailar pegados, aunque la música es muy movediza, sin parar de besarse; el deseo comienza a apoderarse de ellos y continúan con los besos y las caricias que cada vez se hacen más atrevidas.
A pesar de que no es su costumbre, la chica se deja llevar por la excitación y lo invita a su casa, tomados de la mano salen del lugar y se toman un taxi que los lleva a destino.
Entran a la casa besándose y sacándose la ropa a tirones, ya desnudos sobre la cama y entre gemidos y jadeos de placer el hombre la penetra y con el vaivén de sus cuerpos aumenta el deseo y el placer.
De pronto el hombre comienza a apretar su cuello y aunque al principio ella se asusta enseguida comienza a experimentar un placer tal que la lleva a un orgasmo intenso.
El flash de un recuerdo asoma a la memoria de la chica acerca de que la asfixia al límite lleva a los amantes al clímax máximo.
Al recordar esto supone que ahora el hombre disminuirá la presión, sin embargo éste aprieta cada vez más fuerte; ya no puede respirar bien y sus ojos miran suplicantes e interrogantes los ojos del atractivo hombre que ahora son los ojos de un sádico que aprieta su cuello con más fuerza.
— Mi nombre es Jack...— le dice, al tiempo que en su mano libre algo destella por un momento.
Es lo último que oye y ve la chica cuando el frío filo de la hoja del bisturí cercena su hermoso cuello.
Febrero 2011
